viernes, 11 de mayo de 2018

Meitang y Raoping, un siglo de vida en China






La historia de Pingru y Meitang, de Rao Pingru (Nanchang, 1922), es una exquisita memoria gráfica, una historia de amor que se desarrolla dentro de las prisas de una nación que cambia rápidamente. Una hermosa carta de amor que transita por los intersticios de la formidable historia china del siglo XX.



Con el tiempo, esos encuentros se convirtieron en recuerdos preciosos para ambos, pero en aquella época los dos vivíamos con la dulce despreocupación propia de la edad de la inocencia y carecían de significado para nosotros.




Meitang, de 8 años en ese momento, visitó a su familia con sus padres. 
Pingru le mostró su nuevo juguete que a Meitang pareció gustarle mucho.






Después de graduarse en la academia militar en 1946, Pingru, de 26 años, fue a casa de Meitang con su padre, ya que se esperaba que ambos se comprometieran. Allí vio a una joven de unos 20 años pintándose los labios junto a la ventana, lo que marcó su primera impresión de Meitang.



Desde niño, Rao Pingru tenía talento para la pintura. Nunca asistió a clases, pero le gustaba dibujar figuras e ideogramas en un mundo sujeto al imperio de los signos: la escritura, la caligrafía y la ilustración con tinta y acuarela. Cuando el 19 de marzo de 2008, tras sesenta años de vida en común, su esposa fallece a causa de una enfermedad, la única forma que encuentra Pingru de apaciguar el dolor lacerante es dejar a sus nietos constancia de sus recuerdos por escrito y en forma de dibujos. Cuatro años después, esa veintena de cuadernos dieron cuerpo a este libro extraordinario.



Cuando Pingru y Meitang estaban saliendo, le cantó en inglés Oh, Rose marry I Love You, ya que era demasiado tímido para decirle directamente "te quiero".



En 1948, Pingru y Meitang se casaron en la provincia de Jiangxi, este de China.



"Mi primera pelea con Meitang".



Meitang pellizcó el muslo de Pingru porque no entendía 
lo doloroso que era dar a luz a un bebé.



Se llamaba Meitang y fue para él como un ancla en un mundo embravecido. Se conocieron muy jóvenes, el amor floreció lentamente y estaban destinados a formar una pareja normal, como tantas otras. Sin embargo, el turbulento siglo XX les reservaba un camino lleno de escollos. Primero, defender a su país ante la invasión japonesa; luego, tras la boda, luchar contra los comunistas insurrectos liderados por Mao Zedong; y más tarde, tras la derrota y el ingreso en un campo de ‘reeducación’, tan solo se veían dos semanas al año, cuando él volvía a Shanghái para celebrar con su mujer y sus hijos el Año Nuevo. En 1979, meses antes de que naciera su primer nieto, regresó a casa para quedarse. La familia lo festejó en el estudio de un fotógrafo. Un dibujo del libro recrea ese momento. Los dos ya tenían el pelo cano.



Antes de vender su último par de pulseras de oro, Meitang las puso 
en las muñecas de su hija mientras la niña dormía.






En una mañana de verano, Meitang y Pingru pelaron edamame juntos. 
Regresaron a Shanghái y vivieron una vida sencilla y feliz.



A pesar del dramatismo de la historia, Rao Pingru se resiste a caer en la amargura y a dejarse arrastrar por el rencor. De alguna forma, ha logrado preservar la mirada inocente, abierta y limpia del niño que nos encontramos al inicio de estas páginas, y que, al final de la lectura, nos transmite con diáfana honestidad su inmenso amor por la vida. En ese momento, Rao Pingru tenía 87 años. Durante cuatro años, pintó más de 300 dibujos y 18 álbumes de fotos. Cuando recrea momentos románticos y felices, pinta cuidadosa y meticulosamente. Cuando son recuerdos tristes y dolorosos, pinta rápidamente.



“¿Dónde está mi chi-pao negro con flores rojas?”. Meitang estaba muy enferma. Ella de repente pidió un chi-pao que nunca antes había tenido. Mientras Pingru estaba pensando en hacerle uno nuevo, se olvidó por completo.



Pingru, de 87 años en ese momento, pedaleó durante 40 minutos para conseguir 
algunos dulces para Meitang que ella pidió. Pero ya no se los comió.






"La última lágrima". En la mañana del 19 de marzo de 2008, Pingru vio 
una lágrima corriendo por la cara de Meitang. Ella falleció por la tarde.




Rao Pingru a sus 96 años. 
Yolanda vom Hagen
Pingru muestra sus pinceles en su casa de Shanghái, donde vive con uno de sus hijos. Yolanda vom Hagen









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